Estos días de 2020, estoy revisando libretas de sueños antiguas. Estoy transcribiendo sueños para que me sea más fácil acceder al material onírico, que muchas veces cae en el olvido.
Estoy en el año 2013. Y me asombra el tesoro que es a día de hoy este sueño que comparto, del que no tenía recuerdo consciente. Es de la noche del 25 de mayo de 2013:
“Estamos a la salida de una ceremonia o de una conferencia. Dos chicos se pelean por cuál me quiere más y me puede aportar más. Trato de hablar, de entablar un diálogo pero no me hacen caso.
Vamos caminando y aparecemos en un entorno rural, con colores muy amarillentos en el paisaje. Los dos chicos se van peleando, se pegan, discuten. Me siento violentada por lo que está sucediendo, pero incapaz de hacerles parar. Esto no es el amor que proclaman.
De pronto, llega un oso pardo grande y me asusto de lo que puede suceder. Está muy decidido y se los come a los dos. Coge a uno y se lo mete entero en la boca. Coge al otro y hace lo mismo. Me siento aliviada de que estas dos personas que me hacían sentir tan incómoda hayan desaparecido, y agradezco su presencia al oso que aparece ahora ante mis ojos como manso, cálido y bondadoso. me sereno y decido volver por el camino hacia el pueblo.
Por el camino, me fijo en las plantas que crecen en los márgenes. Al ir avanzando, los márgenes crecen a lo ancho y se van convirtiendo en una pequeña barrera en el camino, nada que no se pueda saltar. No están ahí para impedir el paso. Estoy parada frente a esta barrera y siento una inspiración, unas preguntas en mi interior: ‘¿Cómo tratas en tu vida a la naturaleza? ¿Cómo la incorporas? ¿Cómo te sientes parte?’ Sé que se trata de preguntas a las que habrá que responder al cambiar de dimensión en el momento de la muerte.”
Este sueño tiene casi siete años y lo siento totalmente actual. El tratar de resolver los problemas desde la competición, la polarización y la pelea es estéril. La sabiduría profunda de la naturaleza, representada en el oso, sabe que hay otra vía, una vía orgánica, de hacer las cosas. Me encanta la aparición del oso pardo. Siento que al comerse a los contendientes, lo que está haciendo es integrar el conflicto en sí, y permitir que esa tensión de los opuestos permita el surgir de la vía de en medio. En todos estos años, el oso es un gran aliado de la vida vivida desde el corazón y los cuidados.
En el sueño, al seguir el nuevo camino conectado a la tierra, surgen las preguntas. Son preguntas fundamentales que no creo tanto que se vayan a formular en el momento de la muerte, sino que son preguntas que me interpelan a cómo relacionarme con la vida. Y es justamente desde el lugar de colocar a la naturaleza en el centro de la vida que siento que podemos empezar a responder a los desafíos que tenemos de forma individual y colectiva.
Dicen que morimos como vivimos. Supongo que de ahí la oportunidad del sueño de colocarme en la muerte para que me pregunte cómo quiero vivir. Sin duda, desde el sueño, mi vida ha ido incorporando más y más la reciprocidad con la naturaleza, sus ciclos, sus formas de vida, y mi lugar como humana en la trama más amplia de la vida.
En estos días de incertidumbre y búsqueda de respuestas, nos sentimos cargados de estímulos a nuestro alrededor, incluso desde los espacios íntimos de nuestros hogares.
¿Y si la invitación es a ir hacia adentro en lugar de hacia afuera para obtener información, orientación, inspiración relevante para nuestras vidas?
¿Y si nos tomamos el tiempo para cuidar el soñar y apuntar esos sueños como guías internas?
¿Y si nos abrimos al asombro de las historias que nos cuentan nuestros sueños y permitimos que nos ayuden en nuestras transformaciones cotidianas?
¿Y si tendemos puentes entre sueño y vigilia?
¿Qué puede suceder?
Puede suceder que despertemos a historias más amplias que nos ayuden a transitar lo que se está moviendo en nosotros ahora. Y puede que, dentro de unos años, al releer el material que hizo una función en los días que sucedió, nos demos cuenta de que esas historias están vivas y disponibles para nosotros, como perlas de belleza para seguir alumbrando el camino a seguir.