Los seres humanos pertenecemos al reino biológico animal. Con excepción de algunos animales domesticados, todos los animales de la Tierra nos preceden en la evolución. Son nuestros ancestros.
La evolución de la vida en la Tierra tiene más de 4600 millones de años. Esa escala se nos escapa totalmente. En una escala de 24 horas, podemos decir que los humanos llevamos aquí, apenas unos pocos segundos. Así que todos los organismos, desde grandes árboles madre a pequeños microorganismos como bacterias y hongos nos preceden. Son nuestros ancestros.
Hemos evolucionado con todas las demás formas de vida que nos preceden y con las que compartimos la vida en el planeta. Nos hemos adaptado a las condiciones diferentes de la vida en la Tierra. No somos la primera especie en soñar, también lo hacen todos los demás mamíferos y algunas aves, según se sabe a día de hoy. Por lo que el soñar forma parte de la fisiología de la evolución con funciones específicas.
Una de las maravillas de la vida humana y del procesamiento del neocortex es la capacidad de conectar con el mundo simbólico. Cuando nos relacionamos con nuestro mundo onírico, nos abrimos a la experiencia de entender las historias que llegan de forma simbólica. Esta forma simbólica tiene una relevancia genial para nuestra vida. No deja de maravillarme.
Cuando diferentes animales, paisajes, ecosistemas, minerales, plantas y árboles aparecen en nuestros sueños simbolizan cosas, sí. Y esos símbolos son a la vez personales de la historia de cada uno, y colectivos. Pero lo que siento fundamental destacar es que el símbolo viene después. Primero viene la relación con ese animal, ese árbol, ese paisaje. Son sujetos en sí mismos, nos preceden, son nuestros ancestros.
Lo que propongo con esta relación entre sueños y ecología profunda es que primero nos abramos al misterio de la relación con el otro, antes de querer conectar con lo que simboliza, con un descifrar de un mensaje específico. Los animales en sueños vienen con mensajes fundamentales para nuestra vida y nuestro equilibrio, el de cada una y el de todos y todas. Hemos de dejar espacio en nosotras para conectar a nivel corporal, celular, con el regalo que nos traen para nuestra vida instintiva.
También aparecen como fuerzas vivas plantas, árboles, hongos, minerales, montañas, el agua, el fuego el viento, las nubes. Es la apertura desde el corazón a esa realidad viva que nos precede que nos permite después simbolizar. Pero la capacidad de simbolización viene después, primero está el reconocer que el otro es, más allá de mí. Porque está en esta Tierra desde mucho antes que nosotros los humanos. Nosotros convertimos al otro en símbolo.
Somos parte del reino animal, especie humana. Las relaciones humanas son complejas. A menudo nos perdemos entre la pertenencia externa y la pertenencia interna, entre el estar hacia afuera y el escucharnos verdaderamente. Los sueños y la naturaleza nos acompañan en ir encontrando espejos para ir calibrando mejor cómo nos ubicamos, hacia adentro y hacia afuera.
No hay resultado. Es un proceso continuo, cíclico, de transformación profunda hacia nuestra autenticidad más grande. Nos vamos perdiendo y nos vamos encontrando, paulatinamente, en la maravilla de sabernos cuidadas por una inteligencia mayor que está en nosotras y más allá de nosotras y que se expresa en nuestros sueños.
Cuando nos vamos perdiendo en nuestra pertenencia externa y nos cuesta pertenecernos completamente, toda la vida que nos precede nos sostiene. Nuestros ancestros y ancestras de todas las formas de vida que se presentan en sueños y en vigilia nos hacen reconocer nuestra pertenencia a un orden más amplio, a sabernos parte del ecosistema. Gracias a la resonancia de nuestro corazón, nos ayudan a disipar las dudas, generar confianza, ralentizar, flexibilizar, reír.
¿Qué me cuenta esa rama, hoy? ¿Su torsión específica, las hojas nuevas que le han brotado, o las que le han caído? ¿Pertenece al sueño? ¿Pertenece a la vigilia? ¿Pertenece al gran campo de consciencia e inconsciencia que es nuestro planeta Gaia?
Las respuestas están en el corazón de cada una. Ese es uno de los grandes regalos de los sueños. Nos dan la bienvenida a casa, a nuestro corazón encarnado. Y desde ese respeto a mi experiencia interna, a mi sentir, mi vínculo con todo lo viviente se amplifica.
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