Relatos de sueños
“Voy conduciendo por el Penedès, es de noche y al tomar una curva, toqueteo las luces y éstas dejan de funcionar. Está todo oscuro y no veo nada. Pienso que me voy a estampar mientras siento que pierdo el control del coche y me despierto antes del impacto.”
“Voy conduciendo por Galicia, es de noche y Pablo es mi copiloto. Al tomar una curva, el coche que llevamos delante nos deja adelantarle. No lleva las luces puestas y utiliza nuestro alumbramiento para avanzar tras de nosotros por la carretera. Otros coches están sin luces. El nuestro se queda sin luces. Nos sorprendemos sin mayor angustia. Me despierto.”
Pocos días separan los relatos de estos dos sueños. El primero ya me llamó la atención. Por estas mismas fechas, hace unos años soñé que moría. Resultó uno de los sueños que vislumbró una transformación más radical de la relación conmigo misma y, con ella, de mi relación con el mundo.
Sostener la invitación del sueño
El soñar de nuevo con el apagón de luces del vehículo me invita a pararme a reflexionar un poco más sobre qué está sucediendo. Cuando un símbolo se repite en nuestros sueños es indicador de que debemos prestarle mayor atención. De entrada, lo puedo conectar con la idea de no estar viendo lo que está en el camino, la luz no responde y me precipito al vacío. Como si de una advertencia se tratara para revisar el comportamiento y poder cambiar la mirada. ¿Cuál es la actitud del ego que está tratando de controlar lo que no se puede controlar? ¿Qué exigencia me estoy pidiendo que no puede ser respondida?
En esta época del año en que los días oscuros están presentes y la naturaleza y sus criaturas más aletargadas y pausadas, el fundido a negro de los sueños toma también un cariz diferente. ¿Pueden estar invitándome estos sueños a avanzar en la completa oscuridad, sin la connotación de peligro? Vuelve a suceder el apagón pero, en el segundo sueño, no me sucede sólo a mí, como si de algo colectivo se tratara también. ¿Podría tratarse de una invitación invernal a confiar en la necesidad de la oscuridad absoluta para permitir una nueva vida más adelante?
Cuando pienso en el coche y en sus luces, me conecto con el vehículo del ego que se mueve y mira de una determinada manera. Si se apagan las luces, podemos tener la oportunidad de encender la mirada interior del alma y que ella se convierta en lucero de nuevos albas. Las muertes de aspectos nuestros son acontecimientos cíclicos, como todo en la naturaleza. ¿Me está invitando el primer sueño a no resistirme, a no intentar controlar lo que parece inevitable, a dejar morir lo que está por morir?
Así estoy haciendo. Y el segundo sueño me regala un aliado como copiloto, la fuerza del colectivo haciendo procesos hermanos y una pausa en mi conducción que no estaba presente en el primer sueño. Es en los matices de los elementos que se repiten en el sueño donde podemos sentir la apertura y la invitación del movimiento. ¿Qué es igual? ¿Qué cambia? son preguntas fundamentales en relacionarnos con las recurrencias. Es fascinante observar cómo la narrativa onírica cambia y nos ofrece algo conocido en lo que apoyarnos y algo nuevo a lo que abrirnos. Así vamos tejiendo mayor entendimiento de los procesos simbólicos en los que estamos inmersas.
Bienvenida oscuridad. Todo se gesta en la confianza de sabernos cuidadas en tu interior. Las semillas descansan atentas. Las raíces sostienen. Abrazar que todo cambia todo el tiempo.