La historia de la leyenda de Sant Jordi, como todo mito, tiene un componente simbólico muy importante. Es una historia de conflicto y resolución. Un caballero se enfrenta a un dragón, feroz criatura, que tiene cautiva a una princesa. El caballero lucha con el dragón, logra vencerlo y devolver la libertad a la princesa.
Pero, ¿qué está sucediendo exactamente?
Una lectura de este mito, visto desde el punto de vista de la psicología de las profundidades, sería la de la lucha de un individuo por integrar una parte de su oscuridad y potencia, representada por el dragón, para recuperar su parte femenina. Los principios masculino y femenino se encuentran en el interior de cada persona. Son energías en movimiento que van equilibrándose para enriquecer el proceso de autoconocimiento y evolutivo. La lectura psicológica de los mitos y los cuentos de hadas implica una mirada a los procesos internos de la psique.
¿Y qué pasa con el dragón? ¿Y si el dragón es el sabio, el maestro? En este mito como en sueños, muchas veces, los animales fabulosos nos provocan miedo, recelo. Salimos corriendo, huyendo de lo que son y de lo que representan. ¿Y si representan una fuerza interior que está en nosotras y de la que huimos? ¿Y si el dragón nos invita a abrazarle y a integrar su fuerza y su mirada mágica sobre el mundo? ¿Y si la princesa no está cautiva con el dragón? ¿Y si se trata de una dragona?
Para saber más sobre la Dragona y Sant Jordi, puedes ver este video, de la educadora Marianna García Legar, sobre la importancia de la serpiente en las culturas matrísticas y cómo el patriarcado a lo largo y ancho del tiempo y del mundo crea toda una serie de historias para desposeer a la mujer de su alianza con las fuerzas primordiales, telúricas y cíclicas de la naturaleza.
La magia de esta historia, como de muchas, está en sus muchas lecturas. Y en este día de cuentos, dejémonos maravillar muchas veces por la fuerza evocadora de las historias fantásticas. Las historias que contamos nos moldean. ¿Cambiamos las historias? ¿Cambiamos cómo las contamos? ¿Nos permitimos cambiar con las historias que nos mueven?