«Estoy sentada en un sofá. Recuerdo la sensación de estar acariciando un oso pardo. Igual es un osezno. El pelaje, duro, corto y suave, la sensación maravillosa. El oso me mira y me dice que, si no paro, él no puede aparecer. Si cuando paro sigo haciendo cosas, leer, hablar, mirar el teléfono, él no puede aparecer. Me invita a dejar espacio para estar en su compañía».
Qué gran felicidad al despertarme de este sueño! Entendí perfectamente lo que oso me estaba diciendo. A veces, vivimos tan rápido y queremos realizar tantas acciones durante el día, que no nos damos tiempo para escucharnos. La multitarea, los distintos planes e incluso la curiosidad e inquietud por descubrir nuevos caminos me llevan a ser capaz de poner el cerebro a muchas revoluciones. El oso invita a la introspección. Es un animal sanador.
Al cabo de un par de días, apareció la osa. «Voy paseando por un bosque con mi madre. En un prado, vemos varios osos y osas, tranquilos. Una de ellas se acerca a nosotras. Le tengo mucho respeto, y me acerco lentamente a acariciarle la cabeza. Tiene el pelo más largo en el que se meten mis dedos. Es muy agradable».
Ahora, cuando me acelero, recuerdo la energía del oso. El oso que me acompaña cuando me tomo mi tiempo.